Generaciones de video, audio y texto

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Lleven a un joven de veinte años delante de la una cámara de TV: no se sorprenderá. Denle un micrófono a uno de cincuenta: es difícil que se intimide. Presenten un texto a uno de ochenta: lo afrontará sin miedo.  ¿Cómo se han formado las generaciones Video, Audio y Texto?

La Generación video nació a mitad de la década del ’70 hasta ahora: desde adolescente está habituada a verse la cara. Antes había espejos (para todos), la cámara cinematográfica (para algunos) y la aparición en TV (para poquísimos. Las TV privadas trajeron caras nuevas a la pantalla. Se podría ver a la vecina de casa y a un político. Sin embargo, la foto cámara del celular cambió todo.: la imagen de uno mismo se hizo cotidiana y previsible. Hoy la costumbre del propio rostro es casi una adicción. Piensen en los selfie, Skype, Instagram, Youtube.  Cualquiera sea el medio o la circunstancia, los nuevos jóvenes europeos no tienen miedo ante un teleobjetivo.

La Generación audio nació en los ’50 y ’60. Es la mía. Es la del hi-fi, de los altoparlantes en el cuarto, de las radios en los autos (extraíbles) con los audiocassettes, con la cinta que se enroscaba atrozmente. La Generación audio conoció el escalofrío de las primeras “radios libres”, con tantos llamados telefónicos directos (llamaban a los mismos que ya eran familiares).Linus salió en 1976 (Radio Hinterland Milano 2). Yo mismo en 1977 (Radio Crema central). La experiencia de la radio ha marcado a tantos en esos años. Igual que las asambleas políticas, emotivas, ilógicas, caóticas. Quien logró tomar un micrófono en 1974 y pronunció frases de sentido común, hoy está preparado para cualquier escenario y amplificación.

La Generación texto es la de nuestros padres, crecidos en el mundo occidental en los años ’20 – ’40, marcados por la II Guerra mundial, probados por la crisis posterior. Se celebraba la palabra escrita, la retórica, la frase elegante, el razonamiento articulado. Estudiantes metódicos de las escuelas secundarias: bastaba un libro y adelante.

Den un texto a un nonagenario. Si ve bien, los sorprenderá como lo maneja, la ausencia de temor frente a las páginas escritas. Mi padre es así. Lee el diario y califica mis escritos. Pongan a un sexagenario en una clase de Universidad: cada uno abrirá su laptop  y el de 60 sacará un cuaderno y su lápiz.

Quien sabe que sucederá hoy. Me conformo con lo suficiente, porque cada hombre es exigente

 

Artículo extraído de:

La voz del Peregrino

Ejemplar Febrero 2015

Autor: Beppe Severgnini

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